Generalmente como pescadores tendemos a olvidar aquellos tramos fluviales temporales con escaso interés como escenarios de pesca, pero con un significativo valor ecológico. Como amantes de los Ríos con Vida y su biodiversidad natural queremos dar voz a todos, trucheros o ciprinícolas, para que sean más conocidos, queridos y respetados, incluso a esos otros que sin fluir constantemente y aún sin peces que pescar, no dejan de tener un gran valor ecológico, y muchas veces también una trascendencia económica y cultural como recursos y paisajes asociados a la actividad humana a lo largo de la historia.

Por variedad orográfica, geológica y climática, la Península Ibérica presenta una gran versatilidad de cursos fluviales, desde ríos cortos con grandes pendientes que nacen en tramos de alta montaña hasta ríos largos compartidos con los países vecinos. Dentro de esta riqueza, los ríos mediterráneos serían los más extremos, por la estacionalidad del régimen de lluvias y precipitaciones. Con grandes fluctuaciones naturales del caudal, alternando prolongadas sequías con tremendas avenidas, entre los cursos mediterráneos cabe diferenciar entre ríos permanentes, que fluyen todo el año, y temporales, que en verano se secan completamente o sólo mantienen pozas aisladas.

Ríos son, aunque no corran

Los ríos temporales, aún generalmente sin poblaciones de peces deportivos, nos muestran cada año el milagro de la vida que se abre paso con las lluvias de otoño o primavera. En cuanto el río vuelve a fluir atrae una comunidad de macroinvertebrados sencilla pero con una alta capacidad colonizadora que, en las semanas siguientes, se verá reemplazada por otra comunidad mucho más compleja, similar a la que encontraríamos en un río permanente. Con el verano, los rápidos y el oxígeno van disminuyendo y todos los seres adaptados a estas condiciones (por ejemplo muchos tricópteros y plecópteros) aprovechan para emerger y reproducirse antes de tener que refugiarse en las pozas, donde no podrían subsistir. En un tramo dominado por pozos aislados en verano, las comunidades de macroinvertebrados son totalmente diferentes a las que encontrábamos en otoño e invierno, seguramente formadas por libélulas o “caballitos” (odonatos), escarabajos acuáticos (coleópteros) y chinches acuáticas (heterópteros). Si las pozas llegan a secarse, algunos organismos emergen o se desplazan a otras pozas, mientras otros construirán refugios y se enterrarán en el lecho esperando el agua que les devolverá la actividad. Los ríos mediterráneos temporales alternan sequías y avenidas en frecuencia e intensidad impredecibles, de modo que pueden permanecer secos durante un periodo de tiempo muy variable, desde un solo verano hasta uno o varios años.

Riera de Salamanca. Parque Natural de “Sant Llorenç del Munt i Serra de l’Obac (Barcelona). Verano

La gran variabilidad climática, unida a los avatares históricos de la fachada mediterránea de la Península, ha dado a estos ríos una fauna y flora peculiar, muy diversa, y muy rica en endemismos en comparación con los ecosistemas fluviales de climas más atemperados como los centroeuropeos. Pero la variación natural de los caudales hace a estos cursos altamente sensibles a las agresiones humanas, particularmente la contaminación. La reducción o ausencia de flujo en verano limita la capacidad de dilución de los vertidos, y luego las avenidas facilitan el vertido de sustancias contaminantes por parte de empresas que aprovechan estos momentos para deshacerse de sus residuos impunemente. Problemas que lógicamente se acentúan cuando los caudales se reducen y modifican a base de presas, minicentrales, pozos o bombeos, lo que es moneda corriente en cualquier lugar y más aún en las zonas secas de nuestro país.

El hambre y las ganas de comer

Y mal que se trata a los ríos en general, no digamos ya a los que sólo fluyen por temporadas. Y siendo tan sensibles los ríos mediterráneos a las perturbaciones ambientales, y va a juntarse la deforestación y la erosión, la elevada densidad de población en estas regiones, el desmesurado e imprudente crecimiento urbanístico y turístico, la falta de conciencia ciudadana, la mala gestión de los recursos… Permanentes o temporales, la inmensa mayoría de los ríos mediterráneos están sometidos a importantes perturbaciones humanas que dañan y alteran significativamente el estado ecológico de sus aguas. Y en los temporales la reducción del caudal incrementa la contaminación, y la irregularidad del flujo favorece que el cauce seco llegue a convertirse en paseo, carretera, aparcamiento o vivienda, con las consiguientes desgracias en inundaciones. Consecuencias del olvido general que sufren los ríos temporales del levante peninsular por parte de demasiados ciudadanos como de las propias Administraciones que, a lo sumo, los consideran meras zonas de desagüe que hay que canalizar y controlar. Lo cierto es que climatología e intervención humana se alían para que estos ríos mediterráneos se encuentren hoy entre los hogares más duros para cualquier forma de vida. La dureza natural se traduce en organismos adaptados que aportan una elevada y valiosa biodiversidad. La artificial conlleva la simplificación y empobrecimiento de los ecosistemas, con importantes pérdidas de hábitats y organismos únicos.

Riera de Salamanca. Parque Natural de “Sant Llorenç del Munt i Serra de l’Obac (Barcelona). Primavera.

Los retos

A fines del año 2000 la Unión Europea aprobó la Directiva Marco de Aguas, que obliga a los estados miembros a evaluar el estado ecológico de sus cursos fluviales y masas de agua, y establecer medidas correctoras en caso necesario para lograr su buen estado ecológico. Desde entonces no se hicieron los deberes, y si bien hace meses que parecen estarse moviendo las cosas, ya vamos con bastante retraso para poder cruzar la meta en 2015 en las primeras posiciones de la tabla. De hecho, tendremos que recuperar bastante terreno si no queremos quedar en el furgón de cola, igual que nos ha ocurrido frente a los objetivos firmados en Kioto para la reducción del cambio climático. Todavía estamos en la primera tarea: definir unas condiciones ambientales de referencia seleccionadas para cada tipo de río, lo que necesariamente ha de llevar a las administraciones a tomar mayor conciencia de la variabilidad fluvial de nuestro país y a coordinarse para gestionarla mejor.

Como ciudadanos, hemos de tomar conciencia de la importancia natural y social de estos otros ríos, tan implicados y relacionados en el ciclo del agua como los demás ecosistemas y recursos permanentes, superficiales o subterráneos. Y las administraciones han de hacer lo propio para conservar este patrimonio fluvial singular y diverso, valor ecológico y fuente de recursos y cultura para innumerables civilizaciones a lo largo de la historia. ¿Nos resignaremos a que todo eso quede completamente sepultado y olvidado en unas pocas generaciones? El mandato legal es trabajar por el buen estado ecológico de las aguas, pero hay que hacer frente al incremento urbanístico y turístico, los regadíos insostenibles, las industrias contaminantes, la falta de conciencia individual y social… Quizá una parte importante de esa pugna sea frente a alguien que está dentro de nosotros mismos… Si es así, piénsalo dos veces, pelea por los ríos con vida y…

¡Que gane el mejor!

Artículo publicado en el número 24 de la revista Dánica. Marzo de 2006