Periódicamente seguimos oyendo alabanzas y argumentos a favor de las minicentrales hidroeléctricas en los ríos. El Instituto de Diversificación y Ahorro Energético (IDAE) “vende” este tipo de energía como de reducido impacto ambiental, y plantea el objetivo del Plan de Fomento de Energías Renovables de llegar a 2.300 o 2.400 MW instalados en minicentrales en el año 2010 desde los 1.548 MW actuales. Ahora tenemos más 1.000 minicentrales hidroeléctricas en nuestros ríos y para cumplir ese objetivo marcado a 2010 se dice que habría que construir 1.000 más.

Lamentablemente, este informe, que incluye conclusiones de los departamentos de industria y energía de las CCAA, evalúa el impacto de las distintas tecnologías de generación eléctrica mediante unos “ecopuntos” que ignoran completamente el grave impacto ambiental local que muchas minicentrales tienen sobre los ecosistemas acuáticos donde se instalan, degradando y destruyendo su biodiversidad y productividad originales. Y siendo demagógico el titular de que las minicentrales sustituyen la quema de 250.000 toneladas equivalentes de petróleo al año, porque al ritmo que crece la demanda energética lo cierto es que la minihidráulica jamás podría sustituir ni un kilovatio más “sucio”, más impresentable todavía es reducir el impacto de la generación eléctrica a la capa de ozono y el calentamiento global. La realidad es que la merma de aportaciones y el esperable avance en el cumplimiento de la ley por parte de las presas y centrales existentes, no sitúa a la hidráulica como solución al apuro energético, y mucho menos a las minicentrales. Porque una vez alcanzados esos 2.400 MW en 2010, unos pocos inversores ganarán dinero, quizá algún funcionario o político se haya enriquecido con comisiones o luzca medallas “verdes”, pero tendremos más ríos enfermos o heridos de muerte y el problema energético será igual o peor.

Digan lo que digan, se sabe que muchas minicentrales, incluso de construcción reciente, están fraccionando, regulando y degradando nuestros cursos fluviales. Denuncias ha habido muchas, pero nos gustaría poder cuantificar cuántas de las minicentrales españolas son estructural o coyunturalmente insostenibles, porque parece que los responsables de industria y energía de Comunidades o Estado tampoco lo saben y menos que les interesa. Para esos temas otros doctores y órganos competentes hay que se suelen pronunciar en los expedientes, pero informes tan poco serios, y más partiendo de organismos oficiales como es el IDAE, desde luego acrecientan nuestra preocupación. Porque podemos afirmar sin temor a equivocarnos que no abundan los buenos ejemplos de minicentrales que no condenan a los ríos que las sufren. Y si los hay no los conocemos, por lo cual llevamos años instando a aquellos que saben de tan loables casos que los presenten públicamente para que todos podamos unirnos en la aclamación. Seguimos esperando. Porque todas las minicentrales con presas de más de 2 o 3 m, que puentean un determinado tramo fluvial derivando caudales para descargarlos más abajo, es decir, la gran mayoría de esas más de 1.000 que tenemos en España, serían potencialmente peligrosas para los ecosistemas, y sin duda cientos de ellas ahora mismo están dañando los valores naturales y culturales que sostienen esos ríos. Porque las escalas o sistemas de paso para peces faltan, funcionan mal o son un pegote inútil, porque los caudales “ecológicos” que se fijan son inadecuados e insuficientes. Porque podrá ser fluyente, es decir, dar salidas por entradas, pero una minicentral de no ubicarse a pie de presa siempre deja un tramo más o menos largo (a menudo varios km) con poca o menos agua, lo que perjudica a la fauna acuática residente como transeúnte, por ejemplo a los peces, que tienen la manía de ascender o descender el río para reproducirse y sobrevivir. Porque muchísimas minicentrales, sobre todo en regiones con precipitaciones y caudales menos abundantes y regulares, donde se pretende viabilizar lo insostenible, son de un tipo tan rentable como nocivo: con presa fluyente o de regulación, canal o tubo que deriva un apreciable segmento de río, cámara de carga, tubería forzada y turbina que en muchos casos operan en emboladas o hidropuntas, causando fluctuaciones diarias que van mermando la vida acuática aguas abajo de la devolución, arrastrando macrobentos, huevos y alevines. Porque peces y otros animales entran y mueren año a año en canales y turbinas en muchas minicentrales; porque casi ninguna presenta medidores que permitan controlar el caudal derivado y atajar el incumplimiento de la Ley, que es moneda diaria… 

Se sabe, y el Tribunal Supremo lo ha ratificado en el caso de tres minicentrales del Alto Tajo puestas en funcionamiento hace poco más de una década. Nuestros ríos ya tienen demasiadas presas y minicentrales, y 1.000 más sólo pueden perjudicarles, a menos que efectivamente fueran ese modelo de sostenibilidad que pregonan el IDAE o los promotores minihidráulicos, que entonces serían necesarias muchas más de otro millar para instalar tal potencia. Insistimos: ¿cuántas minicentrales sostenibles hay en España? ¿Conocen alguna con presa pequeña, escala o by-pass eficaz, toma sumergida, turbina de escasa potencia, segmento fluvial muy corto y adecuado para que no suponga una barrera, paisajísticamente integradas?… ¿Y saben de alguna que esté dando esos tan cacareados puestos de trabajo estables en esas “zonas deprimidas”? 

Entérense señoras y sres. de las administraciones, promotores minihidráulicos y corifeos: en cauces fluviales naturales, mucho más en tramos de alto valor natural y paisajístico, otros tipos de minicentrales serían potencialmente insostenibles. No siembren falsedades… Vale más que fomenten el ahorro energético, ¡no hagan anuncios, sino verdaderas políticas de ahorro e innovación energética: frenen y reduzcan el desmedido consumo, hagan casas y coches energéticamente eficientes, apuesten e inviertan en el sector solar con tanto potencial en nuestro país, investiguen y desarrollen la tecnología del hidrógeno!… Y antes de ignorar o trivializar los efectos de esas más de 1.000 minicentrales que están funcionando en nuestro país, sométanlas a auditoría ambiental, cierren las inviables e inviertan en las que puedan llegar a hacer razonablemente compatibles con los ecosistemas que las soportan. Y entretanto…

¡Dejen en paz los ríos que nos quedan!

Publicado en el nº 112 de Federpesca, febrero de 2006