En el siglo II de nuestra era, Claudio Eliano refiere haber oído de una mosca que toman con avidez los peces y que es imitada con un trozo de lana púrpura y dos plumas de gallo de color cera.

En la fértil atmósfera  del Renacimiento, el afán por recuperar a los autores clásicos y el amor recobrado por la naturaleza, propició la difusión de la noticia. De este modo, la pesca con mosca adquirió prestigio literario y aceptación social.

Siguiendo la estela del estudio de la pesca histórica conforme a los procedimientos de la arqueología experimental hemos montado el «Hippuros«, como la llamó Eliano, y atado a nuestros aparejos.

La foto de cabecera da testimonio de la efectividad de la mosca a día de hoy.

Un anzuelo, un trozo de lana y un par de plumas de cualquier gallinero son suficientes para engañar a una trucha.

Claudo Eliano (170-230 a.C.) documenta la primera mosca en el libro IV de  Natura Animalium. El naturalista y bibliógrafo suizo Konrad Gessner (1515-1565) nos relata así la noticia sobre el Hippuros:

«Sorprenden [los pescadores] de este modo a los peces con cierta argucia y trampa engañosa. En efecto, cubren el anzuelo con lana de color púrpura y después colocan en la lana dos plumas que le nacen al gallo de las barbas y que tienen un color parecido a la cera; la caña mide cuatro codos y otro tanto el sedal. Así, lanzan al río estos engaños furtivos, los peces atraídos ansiosamente por el color, prosiguen de frente y, creyendo, por lo bello de la figura, que va a tener un espléndido banquete, quedan enganchados a los anzuelos y, una vez capturados, disfruta de un amargo alimento.»

(Libro IV de la Historia de los animales del médico de Tiguri Conrado Gesner. ‘Acerca de las truchas’.)

 

Dr. J.A.F. Ramos

 

 

Enrollan lana roja sobre el anzuelo y ajustan en la lana dos plumas que crecen bajo las barbas del gallo y cuyo color es como la cera.

Montaje de José Luis García