La labor de los agentes medioambientales  ha sido clave en la recuperación de la trucha en León.

 

El 7 de septiembre de 2021, el Servicio Territorial de Medio Ambiente en León ha realizado un muestro en la «estación acuática»  de Matarrosa  del Sil, tramo sin muerte, en el marco de la Red de Seguimiento y Control de las Poblaciones Acuáticas en Castilla y León.

Bajo la batuta de César Gómez Cáceres, Jefe de la Sección de Pesca del Servicio Territorial de Medio Ambiente de León, el quipo, compuesto por 8 agentes medioambientales, a la hora marcada y perfectamente coordinados descargan los bártulos de los coches en Matarrosa del Sil: redes, sacaderas, barras de hierro, mazas y delicadas balanzas, generador eléctrico, cables, más cables, cubos, pértigas con ánodos…

Tras calzar los vadeadores, el equipo se pone manos a lo obra, seguramente conforme a los viejos dichos de que «quien quiera peces, que se moje el culo» y «nunca se pescaron truchas con las bragas enxutas».

Se mide el tramo a muestrear. En la parte superior unas barras de hierro, que hubo que clavar a golpe de maza, sujetan una red transversal que impedirá que las truchas en su huida se salgan de la superficie acotada. Al tramo habrá que darle tres pasadas. El mayor problema es que los cables que conducen la electricidad queden atrapados entre las piedras. Los cambios de caudal tampoco pueden pasar desapercibidos. Habrá que tener buen tino para encestar las truchas emergidas, obnubiladas por el canto de sirena eléctrico del arco de la pértiga. Pero, aunque una que otra trucha se escabulla río abajo, la inmensa mayoría acaban en el capazo de plástico lleno de agua para su traslado a la estación de registro, donde se miden y pesan. Finalmente, retornarán al río.

Es un trabajo exigente que todo el equipo realiza con maestría, y se trata a los peces con delicadeza. Incluso al amenazante cangrejo, con sus sobredimensionadas pinzas. Desde luego  los agentes medioambientales resultan una vez más fundamentales  en la labor de cuidado y mejora de los ríos. Gracias a ellos se han alcanzado grandes éxitos en la recuperación de las poblaciones autóctonas de truchas en Castilla y León.

Pudimos ser testigos los presentes, del comité local de León de AEMS-Ríos con vida y de la asociación Alto Sil, como pescadores conservacionistas. La intención de César es que los muestreos sean públicos y que participen todos los usuarios de la pesca en la empresa común de salvaguardar los peces y los ríos de nuestra región; por eso los muestreos son una auténtica jornada de puertas abiertas para conocer los ríos.

118 años antes, en el año 1903, había llegado al mismo lugar de los hechos relatados, Matarrosa del Sil, un matrimonio de pescadores ingleses,  por un camino de cuestas y barrancos, en una diligencia procedente de Ponferrada tirada por recalcitrantes y maltratadas mulas.

Así lo narra en su libro de viajes de pesca por España Walter Matthew Gallichan, que lleva el título Fishing and Travel in Spain. A Guide to the Angler. (London 1904: F.E. Robinson & CO).

Debió de ser en los meses de mayo y junio, porque el cielo ya lucía a las 7:30 de la mañana y revoloteaba sobre el agua del «salvaje Sil» (» the wild Sil») y era devorada por la trucha la mosca de la piedra (aquí, por León,  también se le llama “mosca de mayo”). La única mosca para pescar allí, le habían advertido, era la mosca de la piedra.

Los Gallichan (pronúnciese más o menos literalmente  «gálichen») iban acompañados por Ángel, hijo a su vez  de Ángel Gancedo, un afamado pescador de Ponferrada que hablaba algo de inglés. En su modesta pensión -comida y cama por 4 pesetas al día-  recibían en Matarrosa la visita de pescadores y curiosos del lugar. Eran gente extraña. Exótica. En su vida habían visto  gente así. «¿Cómo iban a pescar con esas moscas tan pequeñas y con las cañas tan cortas y flexibles, como un juguete de niño? «, les comentó un campesino del lugar que hacía sus propias moscas.

En el «salvaje Sil» pescaban con cañas de bambú de 20 pies (unos 6 metros), nos relata el inglés; las moscas se montaban en anzuelos largos, el cuerpo de cuerda y grandes plumas (hackles) (cfr. op. cit. p.138). Si bien en algunos momentos del día,  sobre todo en las tablas vadeables y más remansadas, tenían éxito con las moscas inglesas (como las  orange dun, olive dun) y la delicadeza del lance con cola de rata -aunque la mayor parte de las truchas se les escapaban-, nada era comparable con la efectividad de la caña nativa, dotada de  doce  grandes moscas atadas a una línea hecha de cuerda y rematada con una punta de tripa, arrojadas y meneadas sobre los reciales.

Viendo lo que pescaban y se llevaban a la cesta los nativos, fueron conscientes de que si querían hacer botín tenían que adaptarse a los métodos de pesca y dimensiones de los aparejos de los ribereños. Dime cómo y con qué pescas, y te diré en qué río andas.

Se fijaron mucho en una pareja de pescadores formada por padre e hijo. Sobre todo en el niño, Estanislao, con su impresionante caña de bambú, que pescaba casi tanto como el progenitor. La mujer le tomó una foto cerca del puente de Matarrosa.

 

«En Matarrosa, por primera vez en España, tenemos que confesar que fuimos derrotados por los pescadores nativos», nos dice Gallichan, «at matarrosa, for the first time in Spain, we had to confess ourselves beaten by the native anglers». (Op. cit. p. 150).

«Regresaban casi todas las noches con buenas cestas de truchas, de entre media y una libra [entre 450 y 900 gramos; vamos, como si dijéramos entre medio y un kilo], y a veces más gordas.» (…) «No cabe duda de que el río aquí produce muchas truchas. Muy raramente el viejo pescador y su hijo regresaban con menos de 7 libras de truchas [un poco más de  3 kilos] en los días soleados, y con el tiempo más favorable las capturas superaban frecuentemente las diez libras [unos 4 kilos y medio]». (Op. cit. 150).

 

Mutatis mutandis, cambiando lo que se deba de cambiar respecto a lo referido por Walter Matthew Gallichan, el 8 de septiembre del año 2021, en el punto álgido de las  Fiestas de la Encina, en un Whatsapp César Gómez Cáceres, Jefe de la Sección de Pesca Servicio Territorial de Medio Ambiente de León, me comunica los resultados del muestreo. Se puede ver a la perfección lo que hace la gestión de los tramos sin muerte :

año 2019,  1570 truchas con mucho alevín, solo había 53578 gramos de biomasa;

año 2020,  498 truchas 30807 gramos;

 7 de septiembre de 2021, 495 truchas 33646 gramos.

Es decir, en el tramo de Matarrosa de solo 50 metros se contabilizaron 33,646 kilos de truchas, exactamente 74,1767327 libras.

 

ANEXO

¿En qué consiste le Red de Seguimiento y Control de las Poblaciones Acuáticas de Castilla y León?

 

 Como informa la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León en su página Web, «la Red de Seguimiento y Control de las Poblaciones Acuáticas de Castilla y León está compuesta por un total de 611 estaciones que se reparten del modo siguiente: 52 estaciones correspondientes a la Red de Vigilancia (Nivel 1), de muestreo anual; 427 estaciones pertenecientes a la Red de Seguimiento (Nivel 2), con un muestreo bienal o trienal en función del número de sectores; 99 estaciones de la Red Accesoria (Nivel 3), con un muestreo también bienal o trienal, y por último 32 estaciones correspondientes a la Red de Pesca Extractiva (Nivel 4), de muestreo bienal o trienal, ante la necesidad de disponer de un mejor conocimiento de la dinámica de las poblaciones en los tramos de pesca extractiva.

 

Los inventarios de peces se realizan en los meses que comprenden el final del verano y el principio del otoño, pues es una época de gran actividad de los peces  y momento en el cual nos podremos encontrar con todas las especies que cabría esperar, así como con todos los segmentos poblacionales (edades y tamaños) puesto que la incorporación de los alevines a la población ya ha concluido. También se corresponde con la época de mayor estiaje en los ríos de Castilla y León, por lo que el método de muestreo (pesca eléctrica) es también más eficaz. No obstante, muestrear en esta época del año puede tener el inconveniente de detectar peor los peces de mayor tamaño en algunas estaciones donde la falta de calado durante la época de estiaje provoque que estos peces hayan migrado a otras zonas del río.

 

Los inventarios son ejecutados por agentes medioambientales,  celadores  de medio ambiente y técnicos de los distintos Servicios Territoriales de la Junta de Castilla y León, mediante el muestreo con un equipo de pesca eléctrica homologado y basándose en el método de las capturas por unidad de esfuerzo (3 esfuerzos, o pasadas consecutivas de pesca eléctrica por cada estación, sin devolver lo capturado en cada pasada), acotando el inicio y el final del tramo a muestrear con redes transversales al río, con la intención de impedir que ningún otro pez entre o salga del mismo y, por tanto, el método empleado pierda validez.

 

Los ejemplares de las distintas especies de peces, una vez capturados, son previamente sedados antes de ser identificados, medidos, pesados  y sexados –parámetro no siempre deducible- para que puedan ser manejados sin dificultad alguna, no generándole ningún daño al pez. Una vez medidos, todos los peces son devueltos a nuestros ríos garantizándose la supervivencia de estos.»

Estas y otras explicaciones, así como los datos que han arrojado los muestreos lo últimos años, están colgados en el siguiente enlace:

//medioambiente.jcyl.es/web/es/caza-pesca/informes-seguimiento-control-poblaciones.html