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En un momento en que varios países europeos están en proceso de liberar sus ríos de barreras con el objetivo de mejorar la calidad de nuestros ríos, Carlos García de Leániz, profesor de la Universidad de Swansea en Gran Bretaña, advierte en uno de los principales periódicos holandeses, el Volkskrant, de la necesidad de considerar los impactos ecológicos de dicha demolición. Es necesario realizar una valoración integral de la situación para evitar que, en un intento de mejorar la salud de nuestros ríos o de recuperar una especie emblemática como el salmón atlántico, se pueda provocar un daño mayor al ecosistema. “Tenemos que preguntarnos por qué se está demoliendo una presa. ¿Solo porque es posible o porque tiene prioridad?”, y añade: “No queremos que el contribuyente pague por la demolición de una presa si no tiene un claro efecto positivo en la salud de un río. Este es el caso, por ejemplo, si hay más represas aguas arriba”.
Muchas presas y azudes en Europa están actualmente obsoletas o en mal estado y tampoco cumplen ya la función para la cual fueron diseñadas, pero siguen suponiendo un gran impacto para los ecosistemas fluviales. No obstante, no todas las presas pueden o deben eliminarse. Hay ciertos riesgos que se deben considerar, tales como la naturaleza de los sedimentos acumulados en el vaso del embalse o la presencia de especies exóticas invasoras retenidas por la barrera. También hay que tener en cuenta los valores culturales e históricos de una infraestructura, como puede ocurrir en España con las presas romanas de Prosperina y de Cornalvo, en Badajoz o con otras más recientes pero también bastante antiguas, como la de Arguis, en Huesca, construida a principios del siglo XVIII.
El extenso artículo en el Volkskrant recoge información sobre las principales eliminaciones de barreras que se están realizando actualmente en Estonia para liberar 3.300 km de ríos, que cuenta con el apoyo financiero de la Unión Europea. La presa Sindi en el río Pärnu es una de las barreras de hormigón construida en la era soviética que está en proceso de demolición, permitiendo por primera vez en décadas que las aguas de este río lleguen de nuevo libremente al mar. La eliminación de este obstáculo de solo un metro de altura debería facilitar la vuelta del salmón y otras especies de peces migratorios que hasta ahora tenían totalmente limitados sus desplazamientos.
Por otro lado, la eliminación de estos obstáculos no siempre es bien acogida por la población de la zona. Que la demolición de las represas provoque alguna oposición ciudadana no solo ocurre en Estonia. En Francia, parte de la población local se opone a la demolición planeada de dos represas de suministro de electricidad en Sélune en Normandía. Cientos de activistas unidos como Les Amis du barrage se han movilizado desde que se conocieron los planes de demolición. En el caso de la presa Sindi, la técnico responsable comenta que “No todos aplaudieron cuando se conocieron los planes de demolición”, y fue necesario organizar reuniones con la población local para explicar el proyecto y buscar alternativas, como la propuesta en este caso de mantener una zona de baño para los residentes.
“La eliminación de represas parece estar en desacuerdo con el objetivo de generar más energía renovable”, admite García de Leaniz. «Europa pide a los estados miembros que aumenten la producción de energía hidroeléctrica y, al mismo tiempo, quiere eliminar las represas. Eso parece incompatible, pero creo que debería ser posible mantener represas que no causen demasiado daño al medio ambiente. Si pensáramos que todas las represas deberían desaparecer, ¿cómo obtendríamos electricidad, agua potable, agua para regar los campos?” Por su parte, el sector hidroeléctrico no está preocupado por la colisión de intereses, ya que solo una pequeña parte de las represas se destina a generar electricidad. Además, “La mayoría de las represas europeas que se eliminan no suministran electricidad”, dice Mathis Rogner de la International Hydropower Association, una organización para la promoción de la energía hidroeléctrica.
Estas infraestructuras se construyen para el beneficio del hombre, como reservorios de agua potable, para proporcionar energía, agua para los cultivos agrícolas y limitar el riesgo de inundaciones. Algunos tienen decenas de metros de altura, pero la gran mayoría son de pequeño tamaño. Sin embargo, cuando estos obstáculos pierden su función, ni se gestionan adecuadamente ni se eliminan, con lo que siguen ocasionando el mismo impacto sobre el entorno que cuando estaban en funcionamiento. Aguas arriba, estas presas “ahogan” los hábitats fluviales, y aguas abajo dejan nada más que un minúsculo arroyo. La barrera no solo bloquea la migración de los peces en ambos sentidos o los pequeños movimientos de poblaciones aguas abajo, sino que también afectan a otras especies de flora y fauna de la zona. Son obstáculos para el agua y las especies, pero también para los sedimentos, impidiendo la normal circulación de sólidos que un río requiere. Esto, sumado a la acumulación de materia orgánica, supone un problema para la calidad del agua. Por último, no hay que olvidar que debido a la gestión que se realiza de los embalses, permitiendo estas acumulaciones, estas reservas de agua liberan gran cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera.