POR LA RESTAURACIÓN DE LOS RÍOS DE CASTILLA Y LEÓN
Pere Merino y Antonio Herrera. Presidentes respectivos de Ríos con Vida y del Centro Ibérico de Restauración Fluvial (CIREF).
En la Unión Europea se estima que hay un millón de obstáculos fluviales, existiendo uno por kilómetro en España. Nos encontramos así ante la trombosis perfecta de nuestra red hidrográfica, que se mantiene en estado comatoso.
Se habla a menudo de la contaminación urbana y agraria de los ríos, pero la sociedad desconoce el que quizás sea su problema principal: los ríos han dejado de serlo simplemente porque se encuentran cercenados y represados miles de veces. Es decir, de ser corrientes de agua con sedimentos, flora, fauna y energía en movimiento sometidas a la ley de la gravedad, a la geología, el clima y otros muchos factores, han pasado a ser meros canales para conducir un agua que ha perdido la práctica totalidad de sus funciones ecológicas. A los ecosistemas fluviales castellanoleoneses no les son ajenos estos problemas, en la cuenca del Duero principalmente, pero también en aquellos otros de las cuencas del Ebro, del Tajo y del Miño-Sil.
Para devolverle a los ríos algunas de sus características naturales, se llevan a cabo diversas obras de eliminación de las obras que devienen obsoletas ambiental, social y económicamente. Esto produce enormes beneficios como la mejora de la calidad del agua, la minoración del riesgo de inundaciones y el turismo fluvial. Dentro de la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos, uno de los mayores proyectos de restauración ambiental de la UE y que cuenta con un gran rigor científico y jurídico, se ha procedido al retranqueo de motas, a la eliminación y permeabilización de azudes, a «descanalizaciones» y a la recuperación de la morfología original de los ríos como los meandros, tareas a las que deben dedicarse, como garantes suyos que son, las distintas Confederaciones Hidrográficas y la Dirección General del Agua del Ministerio para la Transición Ecológica.
La última década ha supuesto un gran avance en los estudios científicos y técnicos en la materia. En España, la Universidad de Valladolid ha impartido cursos muy reconocidos de restauración fluvial, las Universidades Politécnicas de Madrid y Valencia colaboran activamente en pro de la restauración de ríos y la Estrategia Nacional homónima, la Universidad de Zaragoza acoge el Centro Ibérico de Restauración Fluvial y la ciudad de León fue hace unos años la sede del Congreso Ibérico de Restauración de Ríos. Otros países europeos que trabajan de modo destacado son Francia, Holanda, Rumanía y Alemania, con el apoyo de distintas universidades y centros de investigación e incluso de la UE, que con el proyecto AMBER del riguroso programa Horizonte 2020, apuesta por el conocimiento de este problema. Recientemente, la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas abunda en la restauración fluvial, con sólidos fundamentos en nuestro Derecho de Aguas, a lo que se suma la UE con la Estrategia sobre Biodiversidad para 2030. Más allá de nuestro continente, en los EE.UU. existe incluso una sección especializada en el US Corps of Engineers, a la vez que se dan cursos de postgrado en Escuelas de Ingeniería. En ese país, está prevista la eliminación por sus mismos dueños de varias enormes presas o con gran impulso público, como las del río Klamath, siendo 1.800 los azudes que se han retirado en todo el país, sobre todo por cuestiones económicas y de protección civil.
En España, es precisamente en la cuenca del Duero donde más se trabaja por la recuperación de nuestros ecosistemas fluviales. Para mejorar la conectividad longitudinal en esta cuenca, con 4.000 obstáculos transversales inventariados, se han permeabilizado unos 1.500 km de ríos mediante la demolición de 180 azudes abandonados o en ruina y la construcción de 225 dispositivos de paso para la fauna íctica autóctona en infraestructuras en funcionamiento. Acerca de la conectividad lateral, aquélla que persigue la reconexión del río con su llanura de inundación, se han eliminado 80 km lineales de motas, se han retranqueado otros 10 km a lo que sumaríamos la recuperación de casi dieciséis kilómetros de antiguos cauces que han sido «descanalizados» para recuperar su antiguo trazado. Estas son cifras récord en la Unión Europea, pero no nos engañemos, ya que queda mucho por hacer.
En ocasiones, hay personas que se oponen a algunas de estas actuaciones de restauración ambiental, principalmente por motivos estéticos y patrimoniales. Es más, se llega a utilizar de modo torticero en pleno fraude de ley la normativa cultural cuando no hay motivo para ello y sin venir a cuento, vulnerando incluso el sistema de competencias administrativas, para impedir sin amparo legal las obras de restauración fluvial. Sobre estas cuestiones hay ya una consolidada jurisprudencia contencioso-administrativa e incluso penal.
En cualquier caso, hay modos de compatibilizar la conservación del patrimonio hidráulico permitiendo la recuperación de los ríos, como el abrir una sección limitada al territorio fluvial y proceder a conservar el resto de la construcción que está fuera del río. En cuanto a los motivos estéticos, casi no nos quedan en Castilla y León paisajes fluviales en buen estado, pues un río no es una sucesión de aguas estancadas ni un mero canal. Al contrario: un río con vida supera con creces la importante degradación del ecosistema fluvial existente en la región, a la vez que recordamos la obligación jurídica del Derecho de la UE de conseguir el buen estado ecológico de las aguas, cuestión imperiosa que no se puede desdeñar sin consecuencias. Por cierto, se ha demostrado que la restauración fluvial es una magnífica fuente de empleo local de calidad.
En los estudios técnicos presentados se han probado los efectos de la segmentación de los ríos, entre ellos la baja o muy mala calidad de sus aguas y el continuado efecto barrera para la fauna y flora fluvial, así como la retención de sedimentos y energía. En estos cauces tan modificados medran además las especies invasoras. Por otro lado, hay que cumplir la normativa de seguridad de presas y atenerse a su concepto legal y técnico de ruina, pues en la mayor parte de los casos hablamos de ruinas: ¿se hará responsable de su costosa restauración, adaptación a la normativa vigente o mantenimiento, y responderá en caso de daños quien se empeñe en conservar una infraestructura ruinosa o abandonada que incluso agrava los efectos de las inundaciones? El problema no deja de crecer por el mero paso de los años y los efectos de la extinción concesional sobre cientos de derivaciones de agua, algo que tiene que reflejarse en la nueva planificación hidrológica y ejecutarse en tiempo y forma. Hay que subrayar que en España sólo nos queda un río de más de cien km que sigue siendo tal, el río Almonte, en Cáceres. Todos los demás han perdido lo que les caracteriza como accidente geográfico y ecosistema, por lo que sus aguas han dejado de ser, en palabras de Unamuno, el alma del paisaje.
Por estas razones, desde Ríos con Vida y el CIREF apoyamos estas obras de restauración en los cauces principales de los grandes ríos de la región y en afluentes como el Cega, el Adaja, el Carrión, el Eresma, el Órbigo, el Cuerpo de Hombre, el Pisuerga, el Franco, el Arlanzón, el Tormes, el Burbia, el Sil y tantos otros, junto con la reordenación de las concesiones de aguas, la gestión de la demanda, la correcta atención de las aguas subterráneas – claves en climas secos-, la eliminación de los usos ilegales y la recuperación de nuestros ecosistemas fluviales, que están en verdadero peligro de extinción por tanta “trombosis fluvial”.